A las nueve menos cuarto de la mañana del 28 de junio de 1978, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Portugalete (Vizcaya) al periodista JOSÉ MARÍA PORTELL MANSO, cuando no habían pasado ni veinticuatro horas del asesinato en San Sebastián del policía Francisco Martín González. Dos etarras le dispararon varios tiros de pistola a bocajarro cuando se disponía a arrancar su coche, aparcado frente a su casa de la calle Muelle de Churruca.
Como todos los días a la misma hora José María había salido de su domicilio para dirigirse a la sede del periódico La Gaceta del Norte. Tras cruzar la calle abrió la puerta del coche, que tenía aparcado en la acera de enfrente, encendió la radio y, cuando se disponía a arrancar el vehículo, dos individuos se acercaron a paso rápido, situándose uno en la parte trasera y otro junto a la ventanilla del conductor. Sin mediar palabra ambos hicieron fuego de pistola sobre el periodista, corriendo a continuación hacia un coche con el motor en marcha, donde les esperaba una tercera persona. El vehículo, un Seat 127 de color rojo con matrícula de Murcia, huyó en dirección a Santurce, y en su fuga estuvo a punto de estrellarse en una curva muy pronunciada existente al final de la calle Muelle de Churruca. La Guardia Civil encontró en el lugar del atentado siete casquillos de calibre 9 milímetros parabellum, marca Geco. El coche del periodista presentaba dos impactos en la luneta posterior y un tercero en la puerta del maletero. La ventana del lado del conductor aparecía bajada, por lo que se supone que uno de los terroristas pudo introducir por allí su arma para hacer algún disparo.
Como todos los días a la misma hora José María había salido de su domicilio para dirigirse a la sede del periódico La Gaceta del Norte. Tras cruzar la calle abrió la puerta del coche, que tenía aparcado en la acera de enfrente, encendió la radio y, cuando se disponía a arrancar el vehículo, dos individuos se acercaron a paso rápido, situándose uno en la parte trasera y otro junto a la ventanilla del conductor. Sin mediar palabra ambos hicieron fuego de pistola sobre el periodista, corriendo a continuación hacia un coche con el motor en marcha, donde les esperaba una tercera persona. El vehículo, un Seat 127 de color rojo con matrícula de Murcia, huyó en dirección a Santurce, y en su fuga estuvo a punto de estrellarse en una curva muy pronunciada existente al final de la calle Muelle de Churruca. La Guardia Civil encontró en el lugar del atentado siete casquillos de calibre 9 milímetros parabellum, marca Geco. El coche del periodista presentaba dos impactos en la luneta posterior y un tercero en la puerta del maletero. La ventana del lado del conductor aparecía bajada, por lo que se supone que uno de los terroristas pudo introducir por allí su arma para hacer algún disparo.
Asistido por dos testigos presenciales del atentado y un médico, que le acompañó en la ambulancia, Portell fue trasladado a la Residencia Sanitaria de Cruces en Baracaldo, donde ingresó cadáver. Presentaba tres heridas de bala, una con entrada por el omóplato izquierdo y salida por el abdomen, que le atravesó el corazón; una segunda, en la axila izquierda, y una tercera en un glúteo. El cadáver del periodista fue trasladado a las doce menos cuarto del mediodía al depósito del Hospital de Bilbao. El forense confirmó las características de las heridas: "El disparo que entró por el omóplato le rompió el corazón. Era una herida mortal".
A la hora que asesinaron a Portell había muchos transeúntes en la calle y un buen número de jóvenes que se disponían a entrar en las piscinas municipales, situadas frente al domicilio del periodista, por lo que el crimen fue visto por muchos testigos. Algunos afirmaron haber visto el coche utilizado por los terroristas aparcado junto a la casa del periodista desde la noche anterior. Las mismas personas señalaron que vieron merodeando por la zona a dos jóvenes vestidos con chándal deportivo de color rojo y que portaban bolsas de deporte. Este dato coincidió con el testimonio de Francisco Carante, encargado de las piscinas municipales, quien declaró tras el atentado que, cuando entraba a trabajar, hacia las seis y media de la mañana, vio sentados en el muelle de la ría del Nervión a dos jóvenes vestidos con chándal rojo. "No le di importancia porque a partir de esa hora son muchos los jóvenes que vienen a las instalaciones. Cuando oí los disparos, salí del edificio y pude ver cómo se alejaba a toda velocidad un coche rojo matrícula de Murcia".
La primera persona en acudir junto al vehículo de José María fue el portero del número 56 de la calle Muelle de Churruca. Este testigo de excepción manifestó lo siguiente: "El señor Portell tenía la cabeza apoyada contra el volante. La camisa estaba empapada de sangre y su cara tenía un color amarillento. ‘¡Señor Portell!’ -le dije-. Se incorporó un poco y se dejó caer sobre el respaldo de su asiento. No hablaba, sólo alcanzó a murmurar algunas palabras que no entendí".
En el momento en que el periodista era sacado del coche llegó junto al mismo su mujer, Carmen Torres Ripa, también periodista, produciéndose una escena de una emoción impresionante. A las once de la mañana los compañeros de José María se reunieron en su domicilio para darle el pésame a la viuda. Carmen acababa de llegar del hospital donde había fallecido su marido y estaba profundamente afectada. "Ha sido horrible. No nos lo esperábamos. Mi marido fue amenazado en el pasado pero últimamente, que yo sepa, no había recibido amenazas. No sé quién le ha podido matar. Yo estaba tomando café con mis hijos cuando oí los disparos. Bajé a la calle y encontré a mi marido ya agonizante. No puedo creerlo". Cuando los informadores despedían a la viuda ésta resumía así el sentido último de esta profesión: "Los periodistas tienen derecho a vivir y morir tranquilos". La esposa de José María Portell contó a los informadores que su marido llegó el martes algo tarde a casa. Por la noche había tenido una reunión con otros compañeros de La Hoja del Lunes de Bilbao para la que preparaban un amplio trabajo sobre ETA. "Antes de despedirse de mí esta mañana me lo había contado todo".
La noticia, difundida a los pocos minutos por todas las agencias, produjo una gran impresión en los medios informativos bilbaínos. En este ambiente se comentaba durante la mañana del asesinato que José María Portell había recibido en octubre una llamada anónima de alguien que no quiso identificarse, quien le comunicó que tenía noticias de que ETA pensaba atentar contra él. Al parecer, Portell aparecía en una lista de la banda terrorista.
La capilla ardiente quedó instalada a las 18:30 horas de la tarde en la sede de la Asociación de la Prensa de Bilbao por deseo expreso de la familia. El funeral se celebró al día siguiente, 29 de junio, a las ocho de la noche en la Iglesia de San José, de Baracaldo, de donde era natural el periodista. Acompañando a la familia asistieron varios miles de personas, en una gran manifestación de duelo, y la totalidad de la profesión periodística vizcaína, representantes de casi todas las Asociaciones de la Prensa de España y un buen número de directores de periódicos de toda España, entre los que destacaban los de los principales periódicos nacionales. También estuvieron presentes representantes de todos los partidos políticos parlamentarios y de varias fuerzas políticas y sociales más. Por parte de las autoridades, asistieron el ministro de Cultura, Pío Cabanillas, y el presidente del Consejo General vasco, Ramón Rubial, junto a los consejeros vascos de Interior y de Obras Públicas, José María Benegas y Jesús María Viana. Tras la misa, que se celebró sin que se produjera ningún incidente, los restos mortales de José María Portell fueron conducidos al cementerio de La Arboleda, de Baracaldo, donde recibieron sepultura.
José María Portell era "un periodista muy conocido, que se había distinguido en los enfrentamientos contra la oligarquía vasca, especializado en temas municipales hasta mediados de los años setenta, que se inclinó al tema de ETA escribiendo un par de libros, desde su perspectiva de hombre moderado" (Gregorio Morán, Los españoles que dejaron de serlo, Tirant lo Blanch, 2003).
Había cubierto para su periódico las sesiones del Consejo de Guerra de Burgos (1970) contra varios miembros de la banda terrorista. Su conocimiento del mundo etarra hizo que el ministro del Interior, Martín Villa, lo eligiera como intermediario entre el Gobierno y ETA en 1977. Desde ese momento, "trabajaron en paralelo dos intermediarios para poder sentar a la mesa a ETA militar y al Gobierno; uno era José María Portell y el otro el responsable de Interior del Consejo General Vasco, Txiki Benegas. Desde febrero de 1977 Portell había concebido la idea de servir de puente entre ETA y el Gobierno. ‘Había saltado — escribió él mismo— los límites del periodismo para entrar en los vidriosos caminos de la diplomacia política, sin saber si debajo de mi trapecio había siquiera una red que me parara el golpe’" (Gregorio Morán, Los españoles que dejaron de serlo, Tirant lo Blanch, 2003).
El asesinato del periodista no sólo provocó un enorme impacto en la opinión pública, sino que las causas del mismo han dado lugar a múltiples interpretaciones y a una fractura entre las dos ramas de ETA. Mientras ETA político-militar hizo pública una declaración condenando el asesinato, ETA militar difundió un inusitado, por largo y reiterativo, comunicado de reivindicación en el que acusaba a Portell de ser un agente del Gobierno español. En el mismo se explicaba que a algunas personas podía parecerles extraño el atentado contra el periodista, si bien ETA militar ejecutó a José María Portell, "porque existen pruebas suficientes para demostrar el papel que, como agente del Gobierno español, jugaba y su misión a cumplir estaba bien definida: dedicar por entero su prestigiosa carrera, así como sus privilegiados resortes, a desprestigiar, calumniar y, en definitiva, a atacar a ETA". El mismo comunicado acusaba a Portell de intoxicar a sus lectores contra la lucha de ETA, tanto a través de sus artículos periodísticos como en los dos libros que el fallecido escribió sobre la banda asesina, al tiempo que señalaban su amistad con el inspector José Sainz González y le atribuían la autoría del diario de José Miguel Beñarán, Argala, publicado años antes en una revista española. Igualmente indicaba el comunicado que Portell tuvo una participación relevante en las negociaciones Gobierno-ETA, y finalizaba acusando a la totalidad de la prensa de tratar a la organización de un modo arbitrario e irresponsable, señalando expresamente a Cambio 16, Diario 16, Gaceta del Norte y Pensamiento Navarro, amenazando con posibles nuevas acciones contra los mismos.
Por su parte, Juan Félix Eriz, militante del Partido Carlista, amigo y compañero de Portell en la labor mediadora encomendada por el gobierno de Adolfo Suárez, sostiene la tesis de que el asesinato se debió a una estratagema de personas relacionadas con los servicios de información. La estratagema habría consistido en hacer creer a la banda terrorista que el periodista estaba relacionado con algunos atentados cometidos en territorio francés contra miembros de la propia ETA (Yo he sido mediador de ETA, Arnao Ediciones, 1986). Juan Félix Eriz, una semana después del asesinato de José María, hizo unas declaraciones en El País indignado porque el ministro Martín Villa había negado que hubiese negociaciones con ETA: "Martín Villa miente. Sí ha habido negociaciones con ETA. El ministro habló de este asunto con Portell en febrero, concretamente el día de San Valentín (...) En un primer momento, pensé callarme, porque había una especie de pacto de silencio. Pero al leer la nota del Ministerio, que negaba categóricamente que hubiera habido ningún contacto, me indigné. Por eso hablo". Señaló, además, que recibió el día 2 de junio una llamada del periodista para preparar un nuevo contacto con ETA. "Ese contacto iba a producirse en los últimos días de junio", precisó Eriz. En su opinión "es evidente que ETA sabía que Portell tenía carta blanca de Martín Villa", aunque "es absolutamente falso que actuara como agente del Gobierno, y desafío a ETA a demostrar sus acusaciones".
Su viuda Carmen seguramente sabe o sospecha el motivo por el que asesinaron a su marido, pero ha preferido mantenerse callada todos estos años. Con motivo del asesinato de José Luis López de Lacalle, escribió en El Mundo: "Está aún sin escribir lo que no he dicho. No descansaré hasta hablar, aunque siento que las letras del ordenador no quieren unirse para contar la historia. Ha sido inquietante callar. José María Portell no fue nada de lo que la gente creyó -o quiso creer- que era. La única verdad era su periodismo y la fuerza arrolladora de su idealismo. Por estos dos ideales murió asesinado".
A diferencia de tantas y tantas víctimas, que ni olvidan ni perdonan, y que han pedido una y otra vez que no se dialogue con los asesinos de ETA, Carmen sí ha perdonado, y lo hizo desde el mismo día del asesinato de su marido: "¿Por qué yo perdoné a los asesinos de mi marido? No tengo ni idea. Pero ocurrió. Fue un incomprensible destello que me ayudó a vivir y sigue guiando mi vida. Comprendo a quien permanece enredado en el odio. Lo comprendo porque, humanamente, el perdón es una fuerza imposible de sentir si no te la regalan. Recibí ese don un día 28 de junio de 1978. Yo tenía 33 años y 5 hijos. A primera hora de ese día de junio asesinaron a mi marido. Era periodista y su único delito había sido intentar un diálogo de paz" (El Periódico de Cataluña, 05/03/2006). Por esos mismos motivos, Carmen está a favor de dialogar con ETA como única forma de terminar con el terrorismo.
El asesinato de José María Portell ha quedado impune y, a día de hoy, sigue sin saberse quiénes acabaron con su vida. Su hija Verónica, autora de Y sin embargo te entiendo (Ed. Hiria, 2006) libro en el que aborda el fenómeno de la violencia y el terrorismo, señaló en una entrevista en RTVE en relación a los asesinos de su padre que para ella "ETA es algo muy abstracto y no quiero pensar que los asesinos de mi padre tengan cara, ni nombre, ni apellidos". Ella explica que en su libro pretende, a través de veintisiete personajes que representan la vida diaria de la sociedad vasca, "entender, que no es lo mismo que justificar, ni que juzgar... Fue un esfuerzo muy grande meterme en la piel de un terrorista para escribir en primera persona". Verónica Portell es muy consciente de que muchas víctimas del terrorismo no comprenderán su libro, pero ella, que no ha conocido más que la violencia en su tierra, tiene "dos hijos y querría que ellos supieran de ETA por los libros de historia".
José María Portell Manso nació en Baracaldo en 1933, por lo que tenía 45 años cuando fue asesinado. Estaba casado con la también periodista Carmen Torres Ripa, que quedó viuda con 33 años. El matrimonio tenía cinco hijos: Gabriel, de 11 años, Míriam de 9, Verónica de 8, Susana, de 7 y Jesús, de 4. Carmen estaba esperando al sexto hijo y tenían planeado salir de vacaciones de verano el sábado siguiente al del asesinato. Verónica y Míriam siguieron los pasos de sus padres y se dedicaron también al periodismo. Primer periodista asesinado por la banda terrorista ETA, Portell inició su carrera en el diario Hierro. En el momento de su asesinato, ejercía como redactor jefe de La Gaceta del Norte, trabajo que compatibilizaba con la dirección de La Hoja del Lunes. Además, llevaba las corresponsalías de La Vanguardia, ABC y la agencia Associated Press. Profesional de reconocido prestigio como informador independiente, era un gran conocedor del mundo de ETA, sobre el que escribió dos libros: Los hombres de ETA (Dopesa, 1974) y Euskadi: la amnistía arrancada (Dopesa, 1977). Cuando asumió la dirección de La Hoja del Lunes dijo que la noticia que le gustaría dar es "Por fin hay paz en Euskadi". Cuando presentó su segundo libro, explicó los motivos por los que se había especializado en la banda terrorista: "Me especialicé en el tema de ETA por razones morales y por casualidad, a sabiendas de que era un tema complejo, arriesgado y poco agradecido, ya que al estar ahora en una fase de ‘efervescencia y calor’, la frialdad de la objetividad suele despertar controversias entre los beligerantes". El problema de la objetividad era algo que preocupaba a Portell en un tema que, tanto antes como ahora, polarizaba a la sociedad. En julio de 1977, once meses antes de ser asesinado, había escrito algo en cierto modo profético: "Yo sólo soy un periodista que es consciente de que ha de esforzarse por acercarse a la objetividad, a sabiendas de que la objetividad es ingrata a corto plazo" (Euskadi: la amnistía arrancada, Dopesa, 1977). Gregorio Morán escribió de él: "tenía la ambición de servir de pacificador cuando ninguna de las partes estaba muy dispuesta a ser pacificada" (Los españoles que dejaron de serlo, Tirant lo Blanch, 2003).