El 13 de abril de 1984 ETA asesinaba a dos policías
nacionales.Tras el atentado cometido contra el comandante del Ejército
de Tierra retirado, JESÚS ALCOCER JIMÉNEZ, Los etarras se dieron inmediatamente a la fuga en un
automóvil Renault 18, de color verde claro, donde les aguardaba un tercer
terrorista. Varios testigos pudieron identificar el vehículo utilizado en el
atentado y, alertadas las dotaciones policiales de Pamplona, se establecieron
diversos controles, procediéndose también a realizar una amplia operación de
rastreo por diversas calles de la ciudad a fin de localizar este turismo, cosa
que ocurrió unos 45 minutos después.
Una dotación del 091, compuesta por tres policías
nacionales, localizó el Renault 18 abandonado en la ronda de Ermitagaña, justo
enfrente de un instituto de Enseñanza Media y a varios kilómetros del lugar en
que se produjo el asesinato de Jesús Alcocer.
El cabo primero TOMÁS PALACÍN PELLEJERO y el policía
nacional JUAN JOSÉ VISIEDO CALERO procedieron a inspeccionar el automóvil. Tras
abrir una de las puertas delanteras del vehículo, se produjo la explosión de
una potente bomba, compuesta por unos 15 kilos de Goma 2, que había sido
colocada en el interior del vehículo. Los cuerpos de los dos policías nacionales
fueron lanzados en direcciones opuestas, decapitados y mutilados. Sus restos
quedaron esparcidos en un radio de unos cien metros y tuvieron que ser
recogidos posteriormente por voluntarios de la Cruz Roja. El conductor del
coche de la Policía Nacional, Juan Sánchez Martín, que observaba desde el
vehículo a sus compañeros, sufrió heridas leves. El dispositivo que accionó el
artefacto explosivo es de los conocidos como pinza y estaba conectado a una de
las cerraduras del vehículo.
A las mismas penas fueron condenados por el asesinato de los
dos policías Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José
Ramón Martínez de la Fuente Inchaurregui. Y también fue condenado a 29 años
Jesús Jiménez Zurbano, que fue quien facilitó el explosivo para el vehículo
trampa utilizado en la huida.
Tomás Palacín Pellejero, también casado, tenía 43 años y dos
hijos. Era natural de Cervera de Cañada (Zaragoza).