El martes 8 de agosto de 2000 la banda terrorista ETA asesinaba en Zumaya (Guipúzcoa) mediante la explosión de un coche-bomba aparcado junto a su vehículo al presidente de la patronal guipuzcoana (Adegi) JOSÉ MARÍA KORTA URANGA.
La víspera, cuatro miembros de la banda terrorista ETA habían muerto en Bilbao al estallar el explosivo que transportaban en un vehículo cuando se dirigían a cometer un atentado. Se trataba de Francisco Rementería, Ekain Ruiz Ibarguren, Zigor Aranbarri Garamendi y Urko Gerrikagoitia Aguirre. Según un comunicado de ETA, con su habitual lenguaje acartonado, "fue un accidente de combate que ocurrió cuando nuestros cuatro compañeros de lucha iban a realizar una acción" (Gara, 01/09/2000).
Como queriendo demostrar que la capacidad de la banda asesina seguía intacta, trece horas después ETA utilizó el mismo sistema, el coche-bomba, para asesinar a José María Korta. Eligieron, además, un objetivo que personificaba a toda la clase empresarial vasca, contra la que llevaba atentando los últimos meses. José María era un empresario considerado afín al Partido Nacionalista Vasco que se había manifestado siempre contra la violencia y se había negado a pagar el impuesto revolucionario y a que lo hiciesen los demás empresarios vascos. Hacía sólo tres semanas que José María había enviado una circular a las empresas asociadas a Adegi instándolas a que no cedieran a la extorsión. "Me da lo mismo que atenten contra mi vida profesional o personal (...) Tengo la intención de continuar al frente de nuestras empresas, invirtiendo aquí y generando nuevos proyectos que garanticen el futuro", había declarado.
Ese 8 de agosto Korta Uranga salió de la empresa y, cuando se disponía a montarse en el automóvil, un etarra activó a distancia el artefacto explosivo alojado en un turismo aparcado junto al suyo. Los terroristas estaban apostados en algún lugar con suficiente visibilidad, posiblemente en la carretera ubicada al otro lado del río Urola. En el momento en que observaron que José María salía de la nave y se acercaba a su coche, accionaron el explosivo por medio de un mando a distancia. La deflagración fue tan potente que el coche bomba quedó partido en dos mitades, una de las cuales cayó hacia el río Urola. Además, la onda expansiva provocó algunos daños en la fachada de la factoría.
El vehículo del presidente de la patronal guipuzcoana estaba aparcado en batería, mirando hacia el cauce del río. Junto a él se encontraba estacionado el coche-bomba, un Fiat Tipo de color blanco, con matrícula de San Sebastián, que había sido robado cinco días antes, el 3 de agosto, en Legazpia. La víctima tenía la costumbre de estacionar su coche todos los días en el mismo lugar, justo enfrente de la entrada principal de la nave.