A las 23:00 horas del 6 de abril
de 1990 ETA asesinaba en San Sebastián a la pareja formada por MIGUEL
PAREDES GARCÍA y ELENA MARÍA MORENO JIMÉNEZ.
Miguel y Elena acababan de tomar una
copa en el Bar Txiki de la Parte Vieja de la ciudad. Cuando salieron del local,
fueron tiroteados por la espalda por un terrorista que huyó a pie. Los disparos
fueron realizados por la espalda y a escasa distancia, primero contra Miguel y
después contra Elena. La pareja resultó muerta prácticamente en el acto. En el
lugar del atentado, la policía encontró dos casquillos de bala (uno SF y otro
FN), nueve milímetros parabellum.
Dada la hora en la que se produjo el
tiroteo, la zona estaba abarrotada de transeúntes. Como
consecuencia del rebote de uno de los proyectiles disparados resultó
herido Javier Marcos Espiga, de 19 años de edad y
natural de Logroño, que pasaba casualmente por el lugar. El proyectil le
produjo heridas en el glúteo y en la mano y fue trasladado al Hospital de la
Cruz Roja donde, a primeras horas del día siguiente, fue intervenido
quirúrgicamente. Marcos estaba cumpliendo el servicio militar en la Marina.
La banda terrorista reivindicó el
asesinato del matrimonio dos semanas después, a través de un comunicado enviado
al diario Egin, en el que también se hacía responsable de la
carta-bomba enviada a Carmen de Felipe, funcionaria de la Expo 92
que perdió una mano.
Al funeral por Miguel y Elena no
asistieron ni autoridades ni cargos públicos, salvo Gregorio Ordóñez,
presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, quien manifestó a los periodistas
con amargura que "hasta en los muertos hay ciudadanos de primera y de
segunda categoría (...), cuando los muertos son una pareja de desconocidos,
como Miguel y Elena, no se ve a los políticos importantes por ninguna
parte".
Miguel
Paredes García tenía 33 años. Era de San
Sebastián. Tenía dos hijas de corta edad, una de ellas (la
pequeña) con Elena María Moreno Jiménez. Al parecer, la víctima era toxicómana.
La banda terrorista justificó el asesinato por la supuesta relación de las
víctimas con el tráfico de drogas. Las dos pequeñas quedaron a cargo de la
abuela materna, Carmen Jiménez. Pero no acabaron aquí las
desgracias de las niñas. Al poco tiempo, Carmen murió de cáncer, y las hermanas
fueron separadas. De la pequeña se hizo cargo la abuela paterna, y la mayor se
fue a vivir con unos familiares de la madre.