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A tres días de las elecciones
autonómicas, el 23 de febrero de 1984, era asesinado en la puerta
de su domicilio en San Sebastián ENRIQUE CASAS VILA, senador del
PSOE, parlamentario vasco, secretario de organización del PSE-PSOE, candidato
número uno por Guipúzcoa en las elecciones autonómicas y miembro de la Junta de
Seguridad de la Comunidad Autónoma Vasca.
El atentado se produjo en torno a las
14:50 horas. Dos individuos llamaron a la puerta del domicilio del dirigente
socialista, en la Alameda de la Alondra del barrio de Bidebieta 2. El senador,
en un primer momento, se negó a abrir la puerta a los dos jóvenes. Pero estos
insistieron en que eran obreros de la canalización que se estaba haciendo al
lado del edificio y solicitaban que el senador sacara el coche del garaje, pues
iban a abrir una zanja por delante. Nada más abrir, los dos terroristas
descargaron sus armas contra Enrique, que retrocedió para intentar ponerse a
salvo, pero uno de ellos lo siguió hasta el interior de la vivienda.
El senador llegó a gritarles
"asesinos y cobardes", antes de caer mortalmente herido en una de
las habitaciones del domicilio. Tenía seis impactos de bala, cuatro de ellos en
el tórax, uno en el cuello y otro en el rostro. En ese momento se encontraban
en la vivienda, además de Enrique Casas, dos de sus hijos: el mayor, Richard,
de 17 años de edad, que estudiaba COU, y el más pequeño, de ocho meses, así
como la mujer que cuidaba del niño. El servicio policial de protección de que
disponía el senador Casas para sus desplazamientos no se encontraba en el lugar
del crimen. Al parecer tenían órdenes de acudir a su domicilio pocos minutos
antes de que fuera a salir a la calle.
El asesinato, primero del que
era víctima un parlamentario vasco y hombre clave del Partido
Socialista en el País Vasco, conmocionó extraordinariamente a la población y a
la clase política, y los actos electorales previstos para ese día, incluidos
los de Herri Batasuna, fueron inmediatamente suspendidos. También hubo acuerdo
en suspender lo que quedaba de campaña electoral, y en el palacio presidencial
de Ajuria Enea ondearon la bandera española y la ikurriña a media asta.
Iñaki Esnaola,
abogado y parlamentario de Herri Batasuna, manifestó que el atentado le horrorizaba
en la medida en que la víctima era una persona política que desempeñaba una
labor política. "Ahora", dijo Esnaola, "el GAL tiene la
excusa para colocarnos en su punto de mira". "Este
atentado", añadió, "puede efectivamente llevar a un enfrentamiento
civil". Esnaola especuló con la posibilidad de que el atentado fuera
reivindicado "por alguna sigla extraña, tras la que se ocultaría una trama
negra", o bien por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, de los que
dijo "no aceptan la participación y están dispuestos a desestabilizar
cualquier tipo de sistema". Esnaola descartó a ETA militar como autora del
asesinato, "porque eso supondría un salto cualitativo inmenso".
En un ambiente de extraordinaria
emotividad el cuerpo de Enrique Casas llegó a las 20:45 horas a la Casa del
Pueblo, donde se instaló la capilla ardiente por deseo expreso de las bases
socialistas. Allí esperaban varios centenares de militantes socialistas, muchos
de los cuales no pudieron contener las lágrimas ante la presencia del cadáver.
El funeral se celebró el 24 de febrero a
la una de la tarde en la Iglesia de Santa María, en San Sebastián, y el
entierro se llevó a cabo a las cinco de la tarde en el cementerio donostiarra
de Polloe. Hacia las 12:30 horas era sacado de la Casa del Pueblo el féretro
con los restos mortales del senador asesinado, que fue recibido con aplausos y
gritos unánimes de "Viva el socialismo", "ETA, asesina" y
"ETA, traidores, matáis trabajadores", que se mezclaron con
otros aislados, llenos de rabia, como "Muerte a los asesinos".
Tras un coche fúnebre con las coronas de
flores, se situaron los militantes del PSOE y UGT que portaban a hombros el
ataúd con los restos de Casas, envuelto con la bandera española, la ikurriña y
las de UGT y el PSOE. A continuación marchaban dos coches con los familiares y
los vehículos que ocupaban Felipe González, Alfonso Guerra y los demás
dirigentes del partido. Detrás se constituyó lo que puede considerarse una
de las más importantes manifestaciones conocidas en San Sebastián pues
eran miles las personas que componían la comitiva y las situadas a lo largo de
todo el trayecto. Todos los carteles electorales de Herri Batasuna colocados
en las paredes de los edificios situados a lo largo del trayecto aparecían
con enormes manchas de pintura roja-sangre, hechas por militantes
socialistas.
El acto religioso fue concelabrado por
siete sacerdotes. El párroco de la basílica manifestó en su homilía que todas
las palabras y las protestas están dichas y hechas, pero todavía no se ha
inventado la palabra para calificar el asesinato de Casas. "Hay demasiada
sangre de Caín entre nosotros", afirmó. A las cinco de la tarde
tuvo lugar el entierro y compañeros del senador asesinado, entre ellos Txiqui
Benegas, llevaron a hombros el ataúd hasta el panteón familiar.
El mismo día del atentado, en llamadas a
varios medios de información vascos, el grupo Mendeku (Venganza) y los Comandos
Autónomos Anticapitalistas reivindicaron el asesinato, mientras ETA militar
desmentía su participación en el mismo. Algunos opinan que la larga relación de
acciones reivindicadas por los Comandos Autónomos no se sujetaba a ninguna
línea de actuación concreta y era indiscriminada, mientras desde otros sectores
se apunta a que hacían el trabajo sucio que ETA no era capaz de reivindicar
públicamente.
Tras el asesinato de Casas, las Fuerzas
y Cuerpos de Seguridad del Estado iniciaron una intensa actividad de caza y
captura de los asesinos, que se saldó un mes después con las detenciones de
Rosa María Jimeno, empleada del Ayuntamiento de Orio, y de José Luis Merino
Quijano. Este último era el único superviviente del tiroteo que se produjo el
22 de marzo de 1984 en Pasajes de San Juan, en el curso del cual fallecieron
Dionisio Aizpurúa, Isidro Izura, Rafael Delas y Pedro Isart. Merino Quijano fue
condenado a 29 años de prisión por sentencia de la Audiencia Nacional de 1985,
como uno de los dos terroristas que acabaron con la vida del senador.
Enrique Casas Vila tenía
40 años de edad, y era natural de Guadix (Granada). Estaba casado con Bárbara
Durkhop, a la que conoció cuando estudiaba Física Nuclear en Alemania, y
tenía cuatro hijos. Tras su estancia en Alemania, el matrimonio se
instaló en San Sebastián, donde Casas empezó a militar en el PSE y ocupó
diferentes puestos de responsabilidad en la dirección del mismo. En diciembre
de 1983 se convirtió en senador de representación autonómica.
Enrique es uno de los tres senadores
asesinados por ETA a lo largo de su historia, junto a Manuel Broseta Pont y
Manuel Giménez Abad. En 2002, siendo Esperanza Aguirre presidenta del Senado,
se rindió un homenaje a los tres senadores con motivo del 25º aniversario de su
constitución. Bárbara Durkhop pronunció un discurso en el que equiparó a los
etarras y a quienes los apoyaban con los nazis alemanes, como también haría más
tarde Rubén, uno de los hijos de Fernando Múgica. Dijo Bárbara que los asesinos
de su marido son fieles a "un nacionalismo exacerbado y pervertido que en
mi tierra [Alemania] llevó a los judíos al exterminio". Años más tarde del
asesinato de su marido, Bárbara Durkhop se convirtió en diputada socialista al
Parlamento Europeo, donde estuvo 22 años. Ahora es concejala del PSE en el País
Vasco.