A las doce menos cinco minutos de la noche del martes 22 de noviembre de 1988 la banda terrorista ETA hizo explotar una furgoneta-bomba estacionada junto al muro exterior del edificio de la Dirección General de la Guardia Civil, situada en la calle Guzmán el Bueno de Madrid, asesinando al directivo de largometrajes de Radio Televisión Española JAIME BILBAO IGLESIAS y al niño de dos años LUIS DELGADO VILLALONGA. La explosión provocó, además, heridas de diversa consideración a cuarenta y seis guardias civiles y a cuarenta y dos civiles, entre ellos los padres del niño Luis Delgado, el doctor Luis Delgado Cabezas y la enfermera Mercedes Villalonga Villalonga, que estaba embarazada de cuatro meses, dos de los heridos más graves.
Las dos víctimas mortales viajaban en sendos coches que pasaban junto a la Dirección General cuando hizo explosión la furgoneta-bomba colocada bajo una garita del acuartelamiento por los hermanos Henri y Jean Parot, Jacques Esnal y Frédéric Haramboure, miembros del grupo Argala de ETA. Dos de ellos activaron la carga con un retardo de cuarenta y cinco segundos pretendiendo causar una masacre de guardias civiles parecida a la de un año antes en la casa cuartel de Zaragoza, atentado cometido por los mismos etarras.
El matrimonio Delgado-Villalonga regresaba a su domicilio con su pequeño después de haber cenado en Las Rozas, a las afueras de Madrid. El niño sufrió estallido craneal y pérdida de masa encefálica y falleció pocas horas después. Sus padres, gravemente heridos, no pudieron asistir al entierro en el cementerio de Torrelodones:
La noche del 22 de noviembre de 1988, quien esto escribe volvía a casa en compañía de su mujer y su hijo, Luis, de dos años y medio de edad. Al pasar nuestro coche junto a la Dirección General de la Guardia Civil, una furgoneta bomba activada por unos ciudadanos franceses, miembros de la banda terrorista ETA, hacía explosión. La deflagración nos cogió de lleno. En ese punto, mi vida ya no volvería a ser lo que fue. Mi hijo resultó muerto. Mi mujer, embarazada de cuatro meses, entró en estado de coma. Hoy día, más de siete años después, aún no se ha recuperado de las lesiones que el atentado le produjo y ya es seguro que no podrá volver a ejercer su profesión. Yo mismo resulté gravemente herido. Soy médico. Mi mujer es, mejor sería decir era, enfermera. Teníamos un hijo pequeño. Estábamos esperando otro. Nos gustaba nuestro trabajo. Teníamos una vida feliz. Pero todo eso pertenece al pasado. Esa abyección conocida como ETA nos lo arrebató. Han pasado más de siete años y la huella indeleble de aquella infausta noche me acompañará de por vida como una frustración constante que se reverdece cada mañana (Tribuna de Luis Delgado Cabezas en El País, 15/01/1996).
La potentísima explosión convulsionó la noche madrileña. El estallido "fue peor que un terremoto", según la esposa de un mando de la Guardia Civil que residía en el edificio de la Dirección General. La explosión pudo oírse a varios kilómetros de distancia. Incluso el príncipe de Asturias oyó el estallido desde el palacio de La Zarzuela, situado a unos seis kilómetros de distancia de la calle de Guzmán el Bueno, según dijo la reina Sofía a los médicos de la Cruz Roja durante la visita que realizó al día siguiente a los heridos hospitalizados en el centro sanitario.
La onda expansiva abrió un agujero de varios metros de diámetro en la pared del dormitorio donde se encontraban descansando cincuenta guardias auxiliares y ciento treinta suboficiales que, en el momento del atentado, realizaban el curso de ascenso a teniente. La zona se convirtió en pocos minutos en un auténtico caos, con un constante ir y venir de ambulancias. Dentro de la Dirección General de la Guardia Civil el ambiente era de enorme tensión. Desde un primer momento se confirmó que no se habían producido muertos entre los miembros del Cuerpo.
La banda terrorista ETA se atribuyó el atentado en un comunicado enviado a los medios de comunicación cinco días después en el que, con su cinismo habitual, decía lamentar "profundamente" la muerte y heridas de civiles, de las que hacía responsable a "los mandos políticos, militares y policiales".
De la investigación policial y judicial se determinó que el atentado fue encargado por Francisco Múgica Garmendia y José María Arregui Erostarbe a los hermanos Henri y Jean Parot, Jacques Esnal y Frédéric Haramboure, miembros del grupo Argala de ETA. Para llevarlo a cabo, Gonzalo Rodríguez Cordero y José Gabriel Zabala Erasun robaron previamente una furgoneta y un turismo, que entregaron a los etarras franceses. Dos de los terroristas colocaron la furgoneta, cargada con sesenta kilos de amonal y cuarenta de metralla, bajo una de las garitas del cuartel. El turismo es el que emplearon para huir del lugar, mientras el temporizador iniciaba su cuenta atrás de 45 segundos.
En 1996 la Audiencia Nacional condenó a penas de 1.170 años de prisión por dos delitos de asesinato consumado, cuarenta y ocho asesinatos frustrados, veinte delitos de lesiones graves, estragos materiales y otros delitos a Henri Parot, Gonzalo Rodríguez Cordero y José Gabriel Zabala Erasun.
El día que Parot fue a juicio, Mercedes Villalonga declaró: "Ni olvido ni perdono a los asesinos de mi hijo". Además dijo que ella "no trata con alimañas" y que no asistiría al juicio porque no quería"verle la cara a ese animal", pero que si tuviese la oportunidad de decirle algo a Henri Parot, le diría "que es un malnacido" y que lo que quiere "es verle encerrado hasta el día en que salga con la caja de madera. Es lo que quiero. No tiene derecho ni a ver a su familia, ni al aire que respira", mostrándose contraria a la pena de muerte pero partidaria "de la cadena perpetua" (ABC, 01/10/91).
En 2001 fueron condenados por los mismos delitos a 1.128 años de cárcel Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito, y José María Arregui Erostarbe, alias Fiti. El fiscal señaló que el propósito de los terroristas era causar la muerte al mayor número posible de guardias civiles, razón por la cual eligieron casi las 12 de la noche para hacer explotar la furgoneta.
Luis Delgado Villalonga, hijo de dos años y medio del médico Luis Delgado Cabezas y de la enfermera Mercedes Villalonga Villalonga, sufrió estallido craneal y pérdida de masa encefálica y falleció pocas horas después del atentado. Sus padres fueron trasladados a dos hospitales distintos en estado muy grave, especialmente Mercedes, que ingresó en estado crítico en el Hospital de la Cruz Roja, con pérdida de masa encefálica. Embarazada de cuatro meses, y tras pasar varios días en coma, consiguió sobrevivir, pero no ha superado la pérdida de su hijo. De lo que ocurrió el día del atentado no recuerda nada:
"Sí recuerdo, después, que me encontré metida en un hospital y que iba mucha gente a verme. Y no sabía más. Me dijeron que había tenido un accidente de tráfico, y lo creí. Tiempo después, me comentaron que la Reina había llamado para preguntar por mí. Ahí sospeché, porque la Reina no llama todos los días para preguntar por una persona si no se trata de algo muy importante, pero me callé. Se me había olvidado que tenía hijos y que tenía marido. Cuando recordé y pregunté por mi marido (que estaba en otro hospital, pero de eso me enteré después), me dijeron que estaba malo. Yo quise hablar con él, pero me dijeron que no podía. ¿Que no puedo hablar con él? Pues no como. Si no puedo hablar con él es que está muerto. Me aseguraron que no estaba muerto, pero yo insistí en que hasta que no pudiera hablar con él no iba a comer nada. Entonces me llamó por teléfono y me dijo que estaba un poco resfriado y que no podía venir a verme. Al cabo de unos días yo seguía viendo que pasaban cosas raras. Yo tenía un niño, y de ese niño no se hablaba para nada. ¿El niño está muerto, verdad? Y me dijeron que sí. No sé más. No recuerdo nada más" (ABC, 01/10/1996).
En mayo de 1989 Mercedes dio a luz al hijo que esperaba cuando sufrió el atentado. Luis Delgado fue secretario general de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) durante varios años. En 1995, y en representación de la asociación, presentó en el registro del Congreso de Diputados un escrito avalado por 1.100.000 firmas por el que se exigía el cumplimiento íntegro de las penas para los terroristas condenados judicialmente, respetando el tope constitucional del máximo de treinta años de reclusión.
El 31 de octubre de 2000, un día después del atentado que acabó con la vida del magistrado del Tribunal Supremo José Francisco de Querol y Lombardero, su chófer, Armando Medina Sánchez, y su escolta, el policía nacional Jesús Escudero García, además de herir gravemente al conductor de autobús Jesús Sánchez Martínez, que fallecería el 8 de noviembre, hubo una manifestación en Madrid en la que Luis Delgado leyó el comunicado final, en el que se decía:
Quien no está frente a ETA con determinación y sin ningún tipo de matices, no es de los nuestros. No podemos considerar ciudadanos demócratas a quienes tratan de justificar las acciones terroristas, porque tanto dolor y sufrimiento no pueden ser, ni remotamente, una vía legítima para conseguir ningún propósito político (...) Quienes no se avergüencen de sentarse en la misma mesa que los que amparan a estos miserables, quienes suscribieron pactos con ellos, quienes no son capaces de rechazar cualquier tipo de ventaja derivada de la existencia de una banda terrorista están defraudando definitivamente las aspiraciones de un pueblo que merece vivir en libertad y democracia.