ALBERTO NEGRO VIGUERA (Lemóniz, Vizcaya, España)

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En torno a las tres de la tarde del 17 de marzo de 1978 hizo explosión una bomba en uno de los tres generadores existentes junto a la vasija del primer reactor de la central nuclear de Lemóniz (Vizcaya) en construcción. La explosión provocó la muerte de los obreros ALBERTO NEGRO VIGUERA y ANDRÉS GUERRA PEREDA, empleados de Ibemo, empresa de montaje contratada por la central. Ambos quedaron materialmente destrozados. Hubo, además, otros catorce obreros que resultaron heridos y cuantiosos daños materiales. 

Alberto Negro Viguera de 31 años, era encargado de montajes. Estaba casado y  tenía tres hijos. Así lo vivió su hija María del Mar, según testimonio recogido en Olvidados de Iñaki Arteta y Alfonso Galletero: "Fueron unos días terribles. La casa llena de gente, y no me refiero a familiares y amigos, sino a gente extraña a la familia, representantes sindicales, políticos, periodistas, telegramas, llamadas de teléfono. De pronto apareció un cura. Era un cura muy conocido en Portugalete y le recibimos con los brazos abiertos porque pensábamos que venía a darnos el pésame, a consolarnos. La sorpresa fue mayúscula cuando se identificó como emisario de la organización terrorista. Venía a decirnos que cuando ETA puso la bomba no tenía intención de que muriera ningún trabajador (...) Le pedí que se marchara inmediatamente de mi casa y nunca más he vuelto a tener ningún contacto con él (...) Pasaron tres días y todo el mundo desapareció. Sobre nosotras cayó la soledad más absoluta. Era como si no hubiera pasado absolutamente nada".
Alberto y Andrés fueron las dos primeras víctimas mortales de las cinco que provocó ETA en su campaña de atentados contra la central de Lemóniz iniciada en 1977. Durante cinco años, ETA perpetró doscientos cuarenta y seis atentados, que dejaron cinco muertos y catorce heridos. Entre las víctimas mortales ya reseñadas, el ingeniero Ryan, secuestrado y asesinado en 1981.
Cinco días antes del atentado decenas de manifestantes protestaban en las cercanías de la central nuclear vizcaína, en la que se corearon gritos tan demagógicos como irresponsables: "ETA, Lemóniz, Goma2". Francisco Letamendía, diputado de Euskadiko Ezkerra, que junto a Bandrés apoyaba la campaña contra la central, llegó a afirmar que David Álvarez, un terrorista herido el 19 de diciembre, y que posteriormente falleció en el hospital, "había sido el primer mártir de Lemóniz". 
Sobre esta campaña, María del Mar Negro, hija de Alberto, contó en Olvidados, el libro de Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, que "una de las peores características de la banda terrorista ETA es que emponzoñan, pervierten todo lo que tocan. Puede parecer un hecho menor frente a las bombas, el tiro en la nuca, el ‘impuesto revolucionario’ o la ‘kale borroka’, pero no lo es. La mafia hace lo mismo que ETA, por ejemplo, pero no van por la vida de buenos samaritanos, de defensores de causas nobles. (...) Ocurrió con su postura contraria a la autopista de Leizarán, con su lucha contra la droga o con su defensa antinuclear. En todos los casos recogieron causas, que podían ser nobles y justas, y causaron estragos, dolor y crímenes de gente inocente. En una de estas luchas, el ataque a la central nuclear de Lemóniz, asesinaron a mi padre, Alberto Negro, y no fue el único". Conclusión: para, supuestamente, preservar el medio ambiente, se recurría al asesinato.


En este atentado la banda contó con colaboración interna, tal y como reflejó la sentencia de la Audiencia Nacional de 1981 por la que se condenó a José Antonio Torre Altonaga, alias Medius, a 20 años de reclusión menor.

El etarra Torre Altonaga, detenido en diciembre de 1978, trabajaba como electricista para la empresa Elecnor en las instalaciones de la central. Fue él quien investigó durante tres meses, por orden de Argala, la forma de llevar a cabo el atentado. Después, siguiendo indicaciones de Juan Lorenzo Lasa Michelena, alias Txikierdi, se reunió con tres terroristas en la Plaza del Sagrado Corazón. Estos eran Miguel Ángel Goyenechea Fradua, alias Txo, Martín Apaolaza Azcargorta, alias Apolo, y Emilio Martínez de Marigorta Fernández, alias Gasteiz.

Los tres etarras aparecen en la sentencia, a efectos meramente narrativos, como "Miguel", "Martín" y "Emilio", porque no fueron condenados en este proceso, ni posteriormente. En este sentido, resulta sorprendente que María del Mar Negro, hija de Alberto, contase en Telemadrid (Víctimas: la historia de ETA) que "del asesinato de mi padre sólo se conoció un nombre, en el resto de la sentencia sólo aparecen alias". Y es sorprendente porque, casualmente, lo que Mari Mar cree que son alias coinciden con el nombre de pila de los tres etarras, tal y como se recogen en el sumario 1/1979, del que se deriva la sentencia 55/1981.

Sea como fuere, estos tres terroristas se habían hecho con monos y cascos similares a los utilizados por la empresa Tamoin, que también realizaba trabajos para la central. Haciéndose pasar por trabajadores de la obra y, guiados por Torre Altonaga, colocaron los 36 kilos de explosivos en el interior de uno de los generadores de vapor. La bomba se programó para que estallase a las 14:55. Torre Altonaga acabó su turno a las 14:00 horas, y sobre las 14:40 horas llamó a la central desde una cabina telefónica del puente de Plencia para avisar de la colocación de la bomba. Las dos primeras veces se cortó la comunicación. A la tercera pudo avisar, pero la bomba estalló tres minutos después, a las 14:53 horas.

Torre Altonaga, el único condenado por el asesinato de Andrés y Alberto, salió a la calle en febrero de 1998, tras cumplir algo más de 19 años de condena. En 1999 se presentó como concejal de Herri Batasuna en el municipio de Munguía. También estuvo en la presentación de la nueva marca de Batasuna, Sortu, el 8 de febrero de 2011.
"En aquel entonces yo no trabajaba, estaba en paro y tenía dos hermanos, uno de 14 años y otro de cuatro. Nuestra situación era preocupante. Pero yo podía ponerme a trabajar y ambas empresas, Ibemo, en la que trabajaba mi padre, e Iberduero, me habían ofrecido trabajo públicamente (...) me dirigí a la empresa para la que trabajaba mi padre. Era allí donde, según creí, encontraría un apoyo más sincero y cercano. (...) La persona que me recibió me dijo que si yo me creía todo lo que salía en los periódicos y que los tiempos no estaban como para dar trabajo a cualquiera, que sentía mucho lo de mi padre pero que para mí no había trabajo. (...) En Iberduero me recibieron bien. Y aún sigo trabajando en la empresa".
"Yo nunca supe quién había sido el que mató a mi padre, pero hace cosa de unos años, un compañero mío de la oficina, leyendo la prensa me dijo: ‘¿Has visto esta noticia?’ y me enseñó un recorte de prensa pequeñito en el que se hablaba de que uno de los autores del atentado de Lemóniz había salido a la calle y que era el preso de ETA que más tiempo había estado en la cárcel. Ese fue el único conocimiento que tuve, sin buscarlo y totalmente accidental (...) La Audiencia nunca te informaba de nada. Tú vivías aislada, con tu dolor y tu vida y dependías muchas veces de la casualidad para enterarte de la existencia de ayudas o cambios legislativos. [...] descubrí que en el año 87 se promulgó una ley que duplicaba las pensiones de las víctimas y, mira tú por donde, me entero de que no se avisó prácticamente a ninguna víctima".