A las seis y media de la tarde del domingo 22 de octubre de 1978 miembros de la banda terrorista ETA ametrallaron a cuatro guardias civiles que volvían andando al cuartel de Las Arenas de Guecho (Vizcaya) después de hacer un servicio de vigilancia, matando en el acto al sargento LUCIANO MATA CORRAL y al guardia LUIS CARLOS GANCEDO RON, e hiriendo gravemente a Andrés Silverio Martín, que fallecería cuatro días después, el 26 de octubre. También resultó herido el cuarto guardia civil, Carlos Troncoso Currito, que consiguió sobrevivir al atentado. El agente Troncoso tenía 26 años, estaba casado y era natural de Isla Cristina (Huelva).
Luis Carlos Gancedo Ron, de 28 años, estaba casado y tenía dos hijos. Era natural de Buyando, en el concejo de Tineo (Oviedo).
Los guardias civiles habían ido, como todas las tardes que había partido oficial de fútbol en el campo de Gobelas, a realizar el habitual servicio de seguridad. Una vez que terminó el partido, el sargento y los tres guardias regresaron andando al cuartel por la calle Máximo Aguirre. Caminaban divididos en parejas, una por cada acera de la calle. La calle, en la zona residencial del barrio de Santa Ana, tenía árboles y la iluminación era escasa. No habían recorrido ni cincuenta metros cuando cuatro terroristas, que les estaban esperando parapetados detrás de una tapia de medio metro que separa el edificio de Telefónica de la calle Máximo Aguirre, en la acera de la derecha, abrieron fuego con metralletas y escopetas de caza cargadas con postas. Los dos guardias civiles que caminaban por esa acera derecha, Luciano Mata y Luis Carlos Gancedo, fueron alcanzados de lleno por los disparos. El sargento Mata murió en el acto y el agente Gancedo fallecería poco después, mientras era trasladado al Hospital Civil de Basurto. Simultáneamente, y casi sin tener tiempo de reaccionar, fueron ametrallados los otros dos guardias civiles, Andrés Silverio y Carlos Troncoso.
Nada más cometer el atentado, los etarras, miembros de dos grupos de ETA que se habían unido para la ocasión, salieron corriendo hacia dos vehículos, un Seat 124 y un Seat 850, donde les esperaban otros dos terroristas. Los vehículos habían sido previamente robados y abandonados posteriormente a pocos kilómetros del lugar de los hechos.
El cuerpo del sargento Luciano Mata permaneció tendido sobre un jardín durante casi una hora hasta que el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver y su posterior traslado al depósito judicial del Hospital de Basurto.
Los cuatro guardias civiles estaban adscritos al cuartel de la Guardia Civil de Las Arenas, situado a poco más de quinientos metros del lugar del ametrallamiento. La capilla ardiente se instaló hacia las diez y media de la noche del mismo domingo en la sede de la Comandancia de la Guardia Civil de La Salve en Bilbao y los funerales por sus almas se celebraron al día siguiente, 23 de octubre, a las diez de la mañana en la más estricta intimidad, asistiendo sólo las primeras autoridades y miembros de las Fuerzas de Seguridad. Al término del acto religioso, los féretros de los dos guardias civiles fueron introducidos en sendos coches fúnebres que los condujeron por carretera a sus lugares de origen para ser enterrados.
Unos trescientos militantes del Partido Comunista de Euskadi se manifestaron en el barrio de Romo, donde estaba el campo de fútbol de Gobelas, para mostrar su rechazo al atentado y al clima de violencia que se estaba viviendo en el País Vasco.
Los tres guardias civiles fueron homenajeados en julio de 2010 en Guecho, en un acto en el que se quiso recordar a todas las víctimas de ETA asesinadas en la localidad o que fuesen vecinas de la misma. En el acto, el alcalde de Guecho, Imanol Landa (PNV) señaló que el homenaje pretende "recobrar y traer al presente la realidad de la memoria de quienes en nuestro pueblo fueron objeto de la sinrazón, de la barbarie y de la deshumanización más absoluta que supone la violencia terrorista en su expresión máxima, el asesinato". Además lanzó un mensaje de autocrítica por la respuesta social, institucional y política "que, salvo en honrosas excepciones no estuvo a la altura de las dramáticas y terribles circunstancias" que vivieron las víctimas de ETA.
Este atentado, como muchos cometidos por la banda terrorista, quedó impune. A día de hoy no se sabe quiénes fueron los autores del ametrallamiento de los cuatro guardias civiles.