A las cinco y media de la tarde del sábado 10 de septiembre de 1988 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Izurza (Vizcaya) al agente de policía, PEDRO ANTONIO FONTE SALIDO, y al inspector MARTÍN MARTÍNEZ VELASCO. El agente Fonte Salido fue acribillado mientras esperaba en un vehículo camuflado a que su compañero saliera del Bar Ozaeta, situado en la carretera que va de Vitoria a Durango. El inspector Martínez Velasco fue asesinado segundos antes mientras hablaba por teléfono dentro del bar, donde en esos momentos jugaban a las cartas una docena de personas. Ambos estaban adscritos a la Brigada de Información Antiterrorista de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao.
Pedro Antonio Fonte Salido tenía 27 años y estaba soltero. Natural de Neda (La Coruña), sus restos mortales fueron trasladados en un avión de la Fuerza Aérea a El Ferrol (La Coruña), donde residía su familia, y enterrados el lunes 12 de septiembre, en el panteón familiar del cementerio de la localidad coruñesa de Vilachá, en el municipio de Monfero.
Según testigos presenciales, los tres etarras que llevaron a cabo el atentado actuaron con celeridad y de forma casi simultánea. Dos de ellos, que esperaban dentro del bar, dispararon repetidamente por la espalda contra el inspector Martínez Velasco, mientras hablaba por teléfono, al tiempo que el tercero tiroteaba, a través de la ventanilla del coche policial, a Pedro Antonio Fonte. Los policías recibieron diecisiete impactos de bala y fallecieron en el acto. En el lugar de los hechos, la Ertzaintza recogió varios casquillos del calibre 9 milímetros parabellum. Los terroristas pudieron identificar a los policías por la emisora que llevaba el vehículo, un Opel Corsa de color blanco, según hipótesis barajada por la Ertzaintza.
Los terroristas, que actuaron a cara descubierta, no huyeron en un vehículo robado con anterioridad, lo habitual en los atentados de ETA, sino en un coche propiedad de uno de los clientes del Bar Ozaeta del que se apoderaron después de cometer el doble asesinato.
El coche, un Peugeot 505 gris, fue encontrado media hora después frente al ambulatorio de Durango, a dos kilómetros del lugar del atentado. Los especialistas en desactivación de explosivos inspeccionaron el coche en previsión de que albergara alguna bomba trampa, y tomaron huellas dactilares.
Los dos policías asesinados fueron sorprendidos por los terroristas cuando llevaban a cabo una labor de investigación en diferentes bares que podían estar siendo utilizados por miembros o simpatizantes de ETA para contactar telefónicamente, según informó El País (12/09/1988). La Brigada de Información Antiterrorista de Bilbao seguía, en las semanas previas al doble asesinato, una serie de indicios sobre la presencia de un grupo de ETA en el área de Durando, dentro de la cual se encuentra la localidad de Izurza. Martín Martínez Velasco y Pedro Antonio Fonte Salido habían visitado ya en varias ocasiones el Bar Ozaeta, donde fueron asesinados, por lo que es probable que fueran detectados en alguna ocasión anterior. El hecho de que los terroristas no acudiesen con un coche propio sino que huyesen en un vehículo robado a uno de los clientes del bar, podría indicar que controlaban perfectamente el área del atentado y que habían descubierto la labor investigadora iniciada por los agentes. Izurza, además, es una pequeña localidad de unos cuatrocientos habitantes, lo que habría facilitado la detección de unos forasteros, según señalaron medios de la lucha antiterrorista. Los servicios de información policial tenían sospechas de que el bar en que fueron asesinados los policías nacionales, así como otros establecimientos de localidades próximas, servían de punto de contacto de etarras y proetarras, que utilizaban los teléfonos públicos para realizar o recibir llamadas de terroristas.
Por su parte, el diario ABC (12/09/1988) informó que el inspector Martín Martínez había formado parte de una rueda de reconocimiento en un Juzgado de Bilbao tres meses antes del atentado. Debido a que la legislación procesal de la época no garantizaba el anonimato de los agentes de la lucha antiterrorista, este periódico señaló la posibilidad de que Martín Martínez hubiese sido identificado en dicha rueda.
Al día siguiente del atentado, a las diez de la mañana, se celebró el funeral por los policías asesinados en la Iglesia de los Padres Agustinos de Bilbao. Al mismo asistió, entre otros, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, que al terminar hizo unas breves declaraciones en las que señaló que los policías asesinados eran trabajadores, miembros de familias humildes, y subrayó el sarcasmo que supone que los asesinos justifiquen sus crímenes en nombre del pueblo trabajador vasco. "Espero que la mayoría del pueblo vasco no olvide mañana, lunes, la indignación que hoy siente por este atentado". La ceremonia se desarrolló en un ambiente cargado de emoción por las escenas de dolor protagonizadas por los familiares, amigos y compañeros de las víctimas. Concluida la ceremonia, un pequeño grupo de personas dio gritos aislados de "ETA asesina" y "Gobierno culpable", junto con vítores a la Policía, a la Guardia Civil y a España.
En 1991 la Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Arruti Azpitarte, alias Paterra, a 30 años de reclusión por cada uno de los dos asesinatos. Gracias a la aplicación de la doctrina Parot por la Audiencia Nacional en febrero de 2010, la excarcelación de este asesino, con condenas que suman 403 años por diferentes atentados, se ha visto aplazada hasta el año 2019. El fiscal en sus conclusiones determinó que los otros dos autores materiales del atentado fueron Juan Ignacio Oyarbide Aramburu, alias Txiribita, y Manuel Urionabarrenechea Betanzos, alias Manu, fallecidos en Irún durante el enfrentamiento con la Guardia Civil en septiembre de 1989 en el que fue detenido Paterra. También fue condenada a 12 años como encubridora María Begoña Arroyo Pérez Nanclares, quien escondió durante cinco días a los asesinos en su domicilio de Abadiano (Vizcaya).
Martín Martínez Velasco tenía 33 años de edad. Era natural de San Andrés de Montejos, en el Bierzo leonés, y se había casado menos de un año antes de ser asesinado. Sus restos mortales se enterraron en el cementerio de Derio (Vizcaya) por expreso deseo de su familia. Una semana después, unos dos mil ciudadanos se manifestaron en Ponferrada (León), convocados por los familiares y amigos de la víctima.