A las tres de la mañana del sábado 13 de enero de 1979, ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Azpeitia a los guardias civiles FRANCISCO GÓMEZ GÓMEZ-JIMÉNEZ y MIGUEL GARCÍA POYO mediante la explosión de dos bombas. Un compañero de ambos, Francisco Mota Calvo, falleció dos días después.
A las tres de la mañana de ese sábado, el etarra José María Zaldúa Corta accionó a distancia un potente artefacto por medio de un sistema eléctrico conectado a unas pilas y ciento cincuenta metros de cable que se extendían por el monte. El artefacto estaba adosado al talud derecho de la carretera y la explosión, que se produjo al paso de dos Land Rover de la Guardia Civil por la carretera que une el santuario de Loyola y la población de Azpeitia, destrozó la parte delantera del segundo de los dos vehículos, lanzándolo fuera de la calzada a una distancia aproximada de quince metros.
Francisco Gómez Gómez-Jiménez, natural de Almería, tenía 29 años, estaba casado y dejaba huérfanos a dos hijos.
A consecuencia de la deflagración, en la que los terroristas utilizaron entre cinco y diez kilos de Goma-2 y abundante tornillería que actuó como metralla, perdió la vida en el acto el guardia civil Francisco Gómez Gómez-Jiménez, que llevaba tres años en el Cuerpo, y quedó gravemente herido su compañero, también guardia civil, Juan Muñiz Sánchez, de 28 años y natural de Baeza (Jaén). Muñiz Sánchez fue ingresado en la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián y tardaría casi quince meses en curar sus heridas.
Cuatro horas después, en torno a las siete de la mañana de ese mismo día, un grupo de guardias civiles, entre los que se encontraban miembros del Equipo de Desactivación de Explosivos de la Comandancia de la Guardia Civil de Guipúzcoa, procedía a analizar el mecanismo del artefacto utilizado en el atentado. Durante la inspección observaron un paquete sospechoso que, al parecer, estaba conectado al detonante de la primera carga. Al manipularlo hizo explosión, provocando una nueva víctima mortal, el agente de la Benemérita Miguel García Poyo, e hiriendo gravemente al guardia civil, Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX), Francisco Mota Calvo. Este agente fallecería dos días después al no poder superar la gravedad de las heridas. La proximidad de ambas cargas hizo pensar inicialmente que se había tratado de una trampa de la banda terrorista. Sin embargo, lo más probable es que se hubiese producido un fallo en el mecanismo de activación por lo que, en un principio, ambos artefactos hubieran tenido que explotar al mismo tiempo.
Por este atentado fueron condenados en 1995 los miembros de ETA Mercedes Galdós Arsuaga y Félix Ramón Gil Ostoaga a 29 años por la muerte de los tres agentes de la Guardia Civil, y a otros 22 años por el asesinato frustrado de Juan Muñiz Sánchez.
También participó en este atentado el etarra José María Zaldúa Corta. Miembro de la banda terrorista desde antes de 1977, tras la amnistía se reintegró en la misma, participando en múltiples atentados. En septiembre de 1982 fue detenido en Francia mientras realizaba prácticas de tiro con otros dos miembros de la banda terrorista en Saint-Etienne de Baigorry, pero fue puesto en libertad tres meses después, bajo control judicial. Las Fuerzas de Seguridad creen que estuvo en Argelia y, posteriormente, en Uruguay. En septiembre de 1992 fue detenido de nuevo en Francia y juzgado en Bayona por tenencia ilícita de armas. Un mes después, fue puesto en libertad.
El 18 de abril de 2002 fue nuevamente detenido en Ciboure, cerca de San Juan de Luz, por una orden de detención internacional por asesinato y posesión de armas desde 1986, e ingresó en la cárcel de Gradignan. Sin embargo, el día 30 de mayo de 2002 Zaldúa Corta fue puesto en libertad al considerar un tribunal de Pau que había prescrito el primero de los delitos por el que se pedía su extradición a España. Contra él existían otras siete órdenes internacionales de detención, pero el tribunal francés no fue informado de ninguna de ellas. Fuentes españolas sostienen que las órdenes habían sido tramitadas en tiempo y forma pero, al parecer por un error informático, sólo constaba una, precisamente la que el tribunal rechazó. Las autoridades españolas hicieron ver al Ministerio de Justicia en París el error cometido. El el 1 de junio de 2002 la Policía francesa recibió orden de detenerlo de nuevo pero el terrorista logró huir. En mayo de 2003 se publicó en los medios de comunicación que Zaldúa Corta había abandonado ETA por "cansancio".
El 8 de agosto de 2007 agentes de la Policía Judicial francesa detuvieron en la localidad vasco francesa de Hasparren a la mujer de Zaldúa Corta, Lourdes Garay, para intentar averiguar su paradero. El etarra había abandonado en el Pirineo al hijo de su pareja, de 13 años, para darse a la fuga después de confundir a un grupo de excursionistas con policías. El 2 de agosto, por la noche, un pastor francés encontró al niño con signos de estar desorientado y perdido en la zona de El Portalet, cercana a la frontera española y a la localidad oscense de Sallent de Gallego.
A principios de 2010 fue identificado por dos antiguos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como uno de los etarras que había estado en campamentos del grupo terrorista colombiano impartiendo cursos de instrucción a miembros del mismo. José María Zaldúa Corta falleció finalmente el 22 de septiembre de 2010 de un infarto en la localidad francesa de Aix-en-Provence mientras circulaba en bicicleta. Sus crímenes quedaron impunes.